alcanzarla. Pero ni siquiera saben qué es esa gloria. No hay ningún placer en la música para aquellos que son sordos, ni los colores más bellos dan ningún placer a los ciegos. Del mismo modo, el cielo no daría ningún placer a las personas que no fueron preparadas para él en ésta vida, por el Espíritu. El apóstol da: “gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz” (Col. 1:12). La voluntad de Dios es que conozcamos el comienzo de la gloria ahora y en el futuro
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